jueves, 31 de marzo de 2011

"Hace poco que sé que soy celíaca", Valeria Schapira, periodista y escritora



LOS SÍNTOMAS

Pasé casi diez años de mi vida sintiéndome mal. Siempre me dolía la cabeza. Tenía el abdomen inflado como un globo, sufría anemias crónicas, sequedad de piel y descomposturas casi diarias.
Cada médico al que visitaba me decía que estaba estresada. Los hematólogos inventaban todo tipo de cuestiones pero a ninguno se le ocurría pedirme el análisis que sugiere la existencia de la enfermedad celíaca.
Algunas personas de mi entorno me trataban de hipocondríaca. Yo me sentía muy mal en realidad sólo que nadie acertaba con el diagnóstico.
Empecé a pensar que nunca me iba a sentir bien. El malestar físico ya formaba parte de mi rutina.


EL DIAGNÓSTICO

Caí por casualidad en una médica clínica muy minuciosa de la cartilla de mi prepaga. A ella se le ocurrió pedirme el análisis que señaló que podía ser celíaca.
luego de eso vino la biopsia de intestino delgado por endoscopía. Celiaquía de manual. Mi intestino no tenía un solo pelito.
Cuando supe el diagnóstico, lloré. Pensé que se terminaban todos los placeres ligados a la comida y a las reuniones sociales con ella asociadas. No sabía que solo iba a ser una cuestión de cambios de hábitos.


LOS PRIMEROS DÍAS Y MESES CON LA ENFERMEDAD

Los primeros días y meses como celíaca fueron tremendos. La primera gastroenteróloga que me asesoró tenía menos sensibilidad que un puercoespín.
Me fui rodeando de profesionales más empáticos, visité a una nutricionista, celíaca ella también y fui a ACELA adonde me dieron el famoso "librito" con las marcas libres de gluten.
La gente no sabe que hay gluten hasta en algunas pastas dentífricas. Recuerdo mi primera visita al supermercado post diagnóstico: fue angustiante. No sabía qué podía comprar y me fui con las manos vacías.
La comida para celíacos es carísima y existe poca variedad al público. Cuando tuve en mi haber toda la información sobre locales, distribuidores, etc., todo se simplificó. Era sólo una cuestión de cambio de hábitos. Me fui armando mi propio stock de alimentos: una vez al mes, de la fábrica de panificados me traen galletitas, alfajores y panes que encargo y voy consumiendo. Hay una cadena de comidas para celíacos que ofrece cosas deliciosas y visito con frecuencia. Y compro pizzas y pastas con las harinas permitidas que freezo para cuando quiero darme un gusto.


LAS DIFICULTADES

Es muy caro ser celíaco en Argentina. Por lo general, lo "apto" es lo de primera marca, sobre todo en el caso de los lácteos. Me da mucha pena la gente que tiene chiquitos celíacos y no puede brindarles la alimentación adecuada. Al Estado no le interesa el tema en lo más mínimo.
Hay una gran ignorancia sobre lo que es ser celíaco. Durante un año dejé de comer afuera por la frustración que me ocasionaba la indiferencia del personal en los restaurantes. A veces, cuando les explicaba los riesgos de la contaminación cruzada me miraban como si los quisiera fastidiar o se reían.
Hace unos días me encontré con que un chef de uno de los mejores hoteles de Buenos Aires tampoco conocía las particularidades de la alimentación del celíaco.


LAS VENTAJAS

Estoy mucho más delgada, como más sano y siento que tengo como periodista la posibilidad de transmitir mis vivencias y ayudar a personas que no han sido diagnosticadas a reconocer los síntomas.

LOS TEMORES

No tengo temores en relación con la celiaquía. Sólo debo estar muy atenta a mis ingestas de hierro para no recaer en mis frecuentes cuadros de anemia.
Es por ello que visito a la hematóloga cada dos meses y me controlo con análisis de rutina. Me siento feliz de haber sido diagnosticada. Como le dije a esa médica que supo escucharme, siento que volví a nacer.


Fuente: http://www.lacapital.com.ar/canales/salud/contenidos/2010/11/09/noticia_0031.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es una nota muy interesante.Y que la periodista sea alguien con presencia en los medios, nos da la posibilidad de esperar una mayor difusión. Gracias por todo!